Monday, December 1, 2008

Periodista de fuerte vocación investigativa, David Pérez López fue un trashumante de las letras que busco la vida trabajando en los periódicos mas importantes de la república y que dejo aquí en el D. F. gratos recuerdos entre los medios en los que colaboro. Diorama, de Excelsior, La China Mendoza, Don Julio Sherer, Novedades, Esto, El Sol de México, etc., de los que abrevó un estilo de depurada y eficaz navaja comunicativa, acerada y filosa, que no tuvo más escuela que la que dan las salas de redacciones, -las de antes- y en las que los autodidactas eran –también- los buenos periodistas de antes.
Pero el estilo no lo es todo. Dueño de una amplísima cultura, nunca fue, sin embargo, pomadoso, por decirlo de alguna manera. Le caían gordos los intelectuales por fingidos y separó con una raya de grueso calibre su vida sencilla y sus interminables diez horas continuas de lectura que oscilaba siempre entre la filosofía , la ética marxista, la praxis, el materialismo y los cuentos de la Familia Burrón. Entre sentirse Marlon Brando y repetir con fruición las carteleras de las grandes películas sesenteras: Rebelde Sin causa, Benhur, Las Viñas de la Ira, El ladrón de Bicicletas. Entre las grandes novelas de espionaje y las historietas de Asterix, entre sus propios cuentos escritos con gran solvencia narrativa y los que le contaban sus nietas y que el escuchaba maravillado en las ardientes tardes paseñas.
David accedió de una manera ¿podría decirse circunstancial? a la investigación histórica, grata tarea que le llegó como un vaso de agua con hielitos. A sus tareas propias de editor de la sección de economía en EL DIARIO DE JUAREZ, le fue encomendada una reseña de la ciudad como parte de una serie de trabajos editoriales para analizar el fin del milenio. Los estertores de 1999 se hicieron entre las amenazas de una desaparición global de la memoria de las computadoras cuando brincara al 2000. Pues no pasó nada y todo quedó en un mero cuete mediático. Sin embargo, esa fue una oportunidad de oro para David de seguir caminando los pasos de otros que ya se fueron y que le antecedieron en la vida. La frontera, la de sus habitantes sencillos, los hijos de vecinos, las de los héroes que no necesariamente tienen que ser de texto escolar y alejados de las crónicas oficiales. Esta cualidad de indagar el pasado con respeto pero con humor, más allá de las leyendas negras de una comunidad, le valió el reconocimiento de los puristas de la Historia en universidades españolas como la de Salamanca y la Alicante. Durante más de seis años invariablemente publicó un artículo semanal en EL DIARIO que era como una telenovela histórica, -algo así como Alborada, pero escrita, que apasionó a todos. Y luego, en 2004 publicó con mucho éxito editorial, su primer libro “Historias Cercanas”, Relatos Ignorados de la Frontera.
Es por eso que presento este libro póstumo de David, mi querido esposo, como un tesoro narrativo que contiene datos que difícilmente podrán ser encontrados en otras fuentes históricas. A su calidad de historiador, tendrá que añadírsele el de periodista, cartonista, analista –apasionado- del buen cine y un lector voraz.
David murió el primero de febrero, la mañana justa cuando se estaba haciendo la presentación en Juárez de su segundo libro. El pasó muchos años estudiando a Dios en la Universidad del Vaticano como parte de su licenciatura en Ciencias Religiosas. Le tocaba batear esa mañana y por eso ya le urgía irse. No quiso ni mi riñón que necesitaba y ni siquiera alcanzó a saber que su libro sería presentado en Bellas Artes. Pérez-López no se lo hubiera creído.